Voces de
Resistencia. La
Gran Laguna Seca de esta comunidad inundará un pueblo. El relato lo cuenta
Dora Tavera, hija de esta tierra ancestral; recuerda, también, cómo desde hace
5 siglos sus ancestros migran a la sierra para sobrevivir perdiendo, así, su
territorio.
Por los ríos Tetuán y Coello, hace más de medio siglo, muchos
indígenas del Pueblo Pijao dejaron su tierra y se internaron en la montaña para
favorecerse de la persecución de los españoles que invadían -sin dios ni ley
que les impidiera- no sólo el territorio ancestral, sino la cultura indígena y
la soberanía de nuestros pueblos originarios. “Yo hago parte de ese grupo de
indígenas que migraron a la Sierra” dice Dora Liliana Tavera, una mujer que ha
llevado el mensaje indígena y el tema de mujer a sus comunidades y al país.
Dora llegó al proceso comunitario
indígena desde niña, nació en el proceso, cuando “uno apenas hacía lo que hacen
los niños: molestar”. Hoy es la encargada de coordinar el proceso de mujer
indígena a nivel nacional, fue elegida como consejera del área de Mujer,
Familia y Generación de la Onic, en el VII Congreso de Pueblos Indígenas en
2007. Desde entonces su misión ha sido y es llevar el tema de mujer a todas las
instancias indígenas y no indígenas a nivel nacional e internacional.
En su consejería se han realizado
dos Asambleas de mujer indígena; la primera realizada el año pasado en el
departamento de Caldas, la segunda realizada recientemente en territorio
ancestral del Valle del Cauca -asentamiento Cajones, municipio Florida- donde
una comunidad del Pueblo Nasa acogió la Asamblea con afecto y hospitalidad.
De la Asamblea[1] no sólo surgieron grandes
propuestas y el Consejo Nacional de Mujeres, sino también historias ancestrales
que se agigantan como si quisieran recuperar la paz y la deuda histórica de más
de 500 años de genocidio contra los pueblos indígenas, y no menos de 40 de
guerra interna orquestada por terratenientes, actores insurgentes, fuerzas
coercitivas del Estado y los distintos gobiernos, responsables también de la
crisis del país por acción y omisión.
Los dueños ancestrales de las
tierras se quedaron sin ellas
"Soy del pueblo Pijao del territorio de la Gran Laguna Seca, soy de
una comunidad indígena que -hace más de medio siglo- migró por el río arriba
del Magdalena, cogiendo los ríos Tetuán y Coello e internándose en la montaña para favorecerse de sus perseguidores:
los ‘conquistadores’”, Dora Liliana Tavera.
Mangas del Chimbá, territorio de
la Gran Laguna Seca, es una de las cinco comunidades indígenas del municipio de
Rovira al centro del departamento del Tolima (otras son: Ceiba de Guacó, Cañón
de Chilí y Puente Tualmo).
La historia y perspectiva de esta
comunidad son las mismas del Pueblo Pijao y sus mujeres: trasmitir la herencia
hospitalaria y cultural a sus hijos, construir un país digno en medio del
conflicto, adquirir -o mejor que les devuelvan- su territorio para mantener su
cultura y vivir bien de acuerdo el principio colectivo de los pueblos
originarios y que les dejen vivir tranquilos en lo que fue la cuna de sus
ancestros, entre otras expectativas.
Recogiendo la nostalgia de los
Pijao por su territorio un postulado indígena advierte que cuando a un pueblo
se le niega su territorio, se le está negando el derecho mismo a existir y al
Pueblo Pijao históricamente se le ha negado este derecho. “Somos conscientes
que los colombianos tienen derecho a poseer tierra para trabajar. Pero lo que
no entendemos es por qué muchos colombianos se tomaron tanta tierra y no nos
dejaron a nosotros ni siquiera la suficiente para vivir de ella”, cuestionó
Belisario Tique, un anciano de 80 años y quizá de los últimos caciques Pijao[2].
Los Pijaos de Rovira no sólo no
tienen territorio, sino que han tenido que persistir para que se les reconozca
su condición de indígenas ante las instituciones locales y nacionales de
gobierno y por ende ante la sociedad.
La consejera Dora denuncia que su
comunidad, Mangas del Chimbá, no tiene territorio: “vivimos en diferentes zonas
asentados en algunos ranchos; vivimos del jornal y tenemos algunas parcelas
para sembrar café, plátano, caña, maíz entre otros productos que nos permiten
subsistir, pero son sólo pequeñas chagras de cultivos que no suplen siquiera la
alimentación de nuestros hijos”.
Además del anciano Belisario, la
consejera Dora, los caciques y dirigentes pijaos han reclamado para sus
comunidades el derecho al territorio como fundamento de su vida y su cultura.
Así lo corrobora la Onic en un documento reciente; “para
los pueblos indígenas su cosmovisión, su ancestralidad, su tierra, sus selvas,
sus ríos, la naturaleza y el cosmos son sus vínculos afectivos vitales para la
existencia”.
Germán Santamaría, escritor
colombiano, por su parte concluye: “en esta forma, mientras los propietarios de
las haciendas explotan la tierra sin ninguna preocupación de perderla, los
indígenas la aguardan. Aunque ya no con tanta esperanza…”[3]
Mangas del Chimbá, “Frente al
Otro”
Mangas del Chimbá es una
comunidad rodeada de cerros y ríos, y poseedora de un gran secreto y profecía
indígena, esta historia nos la cuenta una de sus hijas: Dora Liliana Tavera
“Soy del pueblo Pijao del
territorio de la Gran Laguna Seca, soy de una comunidad de Sierra de la zona
cafetera; un grupo de indígenas que en la época de la conquista tuvieron que
migrar por el río arriba del Magdalena, cogiendo el río Tetuán y luego el río Coello e internándose en la montaña para
favorecerse de sus perseguidores los ‘conquistadores’.
Mi
comunidad es muy pequeña: 22 familias, estamos ubicados en la Vereda Los Andes,
mi comunidad se llama Mangas del Chimbá; quiere decir “Frente al Otro”, en
lengua Pijao. Es porque mi comunidad está frente a dos cerros, entonces cuando
uno se levanta en la casa de mi papá, lo que está al frente es un cerro grande
y si da la vuelta hay otro cerro grandote.
Es una
zona muy cálida, 1.200 metros sobre el nivel del mar, zona cafetera no tenemos
tierra, pero mi comunidad ha luchado mucho por ser reconocida, no tenemos
todavía ese reconocimiento oficial por parte del Ministerio del Interior, pero
hemos sido muy persistentes y lo seguiremos siendo.
Mangas
del Chimbá es una comunidad muy pequeña; todos somos familiares, un grupo de
familias que se asentaron allí…
Lo de la
Gran Laguna Seca está dentro de las historias, enseñanzas y cuentos de mi
mamá pijao -mi papá no es pijao-; algún día este territorio volverá a llenarse
de agua porque el territorio pijao lo sostienen tres vigas de oro que están
entre el Cerro de Pacandé (inmortalizado por el Maestro Jorge Villamil, en su
vals: Al Sur), Los Avechucos y la Cordillera de Calarma...
Este Relato, es -quizá- la
primera vez que se escribe, pues ha estado de boca en boca de los ancestros
pijaos, como parte de la oralidad indígena;
“mi mamá
-agrega Dora- dice que mi abuela le contaba que luego de muchos años la Gran
Laguna Seca volverá a llenarse de agua.
Hoy que
nos sentamos y hablamos con mi mamá -en la Barbacoa- cuando uno escucha por
ejemplo el Triangulo del Tolima, la Paladraga de Ataco, todas esas
explotaciones que hacen en territorio pijao mi mamá dice: ‘si ve, mija que no
va a pasar mucho tiempo para que esa laguna se vuelva a llenar’; eso nos
preocupa, pero es el curso de la naturaleza…”
Las administraciones de Rovira,
una negación paradójica
El municipio de Rovira[4],
ubicado al centro del Tolima, es cuna de ancestros indígenas que hasta mitad
del milenio pasado eran dueños legítimos y milenarios de esta tierra. Según la
historia de este municipio, “hace cerca de unos 10.500 años aparecieron por las
laderas de la Chapa algunos grupos emigrantes nómadas. Dejaron sus huellas en
artefactos de cacería y restos de pedernales en cercanías de la Piedra del Imán
y por la Barrialosa…
“Siglos después -siglo séptimo de
nuestra era- incursionan grupos pertenecientes a los Caribes. Puede decirse
que, son los primeros habitantes que consolidan un asentamiento propiamente
dicho en estas tierras... En estos asentamientos estaban los Chapíes y los Calarmas
pertenecientes al ramal de los Pijaos y los Guacoes al ramal de los Panches”.
Desde entonces los pijao han
librado una resistencia impecable contra la discriminación, la invisibilización
social e institucional (no reconocimiento) y la invasión territorial no sólo
por parte de “conquistadores” y colonos, sino recientemente por hacendados que
han obtenido el apoyo institucional -incluso del Incora- y el respaldo de la
fuerza pública, como lo han denunciado carismáticos líderes indígenas desde
Quintín Lame, varios caciques, autoridades tradicionales, incluso algunos
historiadores y Belisario hasta dirigentes del Consejo Regional Indígena del
Tolima, Crit, y demás organizaciones zonales.
Esto ha sucedido en Rovira desde
su misma fundación en 1570 por Félix Montealegre, Pedro Rodríguez y Juan de
Dios Marroquín, pero también ha sucedido en general a los pijaos del Tolima que
han sido blanco de persecución, despojo y sobre todo no han contado con el
apoyo de instituciones del gobierno, éstas -incluso las administraciones de
Rovira-, por el contrario, se han convertido en sus verdugos.
Paradójicamente las
administraciones municipales que se ufanan, en su página Web y en sus
discursos, que Rovira es una tierra indígena, en sus planes de desarrollo y en
la práctica no reconocen a los pijaos su condición de indígena; “el discurso de
los alcaldes era que en Rovira no había indígenas”, asegura Dora.
Hoy al menos gracias al esfuerzo
de esta mujer, madre de dos hijas, y otros dirigentes indígenas ya se reconocen
algunas comunidades al menos a nivel local, pues a nivel nacional el Ministerio
del Interior aun no ha reconocido oficialmente estas comunidades.
Rovira es de los pocos municipios
del país que no ha reconocido los territorios indígenas como resguardos, aunque
los gobernantes para vender imagen aseguren que esta tierra es “cuna indígena”.
Los pijao de Mangas del Chimbá,
representados en la autoridad de Dora reclaman el derecho inherente y legitimo
que tienen sobre su territorio, y continúan gestionando el derecho inalienable
al territorio que establece la constitución nacional.
Conservan la esperanza de obtener
pronto su territorio y el reconocimiento a él y no como parece hasta hoy que
más bien hay un retroceso hacia el fenómeno de terrazguería[5] del siglo pasado como forma de esclavitud
de un pueblo en una sociedad que se ufana de conocer y pertenecer al “esplendor
de la civilización”.
Dora, el espíritu colectivo de su
pueblo
Como mujer indígena lleva un
arraigo profundo de su ancestralidad y su tierra; por eso reclama con
perseverancia para su comunidad el derecho al territorio. Dicen de ella sus
compañeras que aunque muy joven ha puesto todo su empeño al proceso indígena,
al proceso de mujer indígena y que se sienten, de verdad, representadas
en ella.
Sus compañeras y paisanas
sostienen que es una mujer muy sencilla llena de vida, de esperanza y fuerzas
para trabajar; “Dorita” le dicen, varias mujeres que le conocen como muestra de
cariño y respeto. Este reconocimiento obedece a lo que ella misma considera un
trabajo colectivo; “para sacar adelante este proceso llamó a muchas mujeres y
personas, no me gusta trabajar sola”.
En este sentido, Blanca Andrade
-pueblo nasa- una de las voces sabias y resistentes del Movimiento indígena
nacional expresó, con dos frases magistrales, su reconocimiento por esta
mujer pijao, madre de dos hijas: “exalto la fuerza de Dora, veo mucha esperanza en ella, a pesar de su
juventud le auguró mucho trabajo y mucho empeño para superar los obstáculos que
afronta, hoy, la mujer indígena”.
Dora comenzó el trabajo
comunitario desde muy joven; “desde niña -dice- claro que lo que uno hace de
niño es molestar…” Luego de joven siempre estuvo vinculada al proceso
organizativo de su comunidad.
Posteriormente fue gobernadora de
Mangas del Chimbá (6 años, 1997-2003), “esa fue mi escuela organizativa porque
uno aprende mucho; aprende que la comunidad es una parte fundamental de la
sociedad; nosotros los pijaos estábamos en medio de campesinos y colonos que
nos discriminaban y esos seis años fueron mi escuela porque pude sentar el
precedente en el cual se les demostró que ser indígena no implica ser inferior,
sino diferente e importante como todos…
“Mi trabajo como gobernadora me
permitió conocer otras comunidades y empezar a hacer un intercambio… periodo,
en el cual hicimos un trabajo a favor de las cinco comunidades que hay en
Rovira; empezamos a incidir mucho en la administración municipal porque
en ese tiempo mi comunidad no era siquiera reconocida en el municipio, el
discurso de los alcaldes era que en Rovira no había indígenas; el proceso que
hicimos logró que los alcaldes reconocieran esas cinco comunidades de
Rovira”.
Durante estos seis años su
trabajo se incrementó; el Crit la eligió vocal -representante- de estas
comunidades; por tres años fue miembro del Consejo directivo de la organización
departamental (2000 -2003), tiempo en el cual se relacionó más con otras
comunidades.
Luego se desempeñó como tesorera
del Crit hasta 2007. Durante su trabajo en la parte administrativa aprendió que
las organizaciones indígenas necesitan formación en estas áreas; “es
fundamental que tengan una visión clara y, también, formación técnica para
fortalecer el proceso y las organizaciones”.
La “formación es clave -reitera,
se lo enseñó su experiencia- pues cuando fui tesorera, fue una época muy
difícil para el Crit, pero logramos estabilizarnos.
Este bagaje organizativo hizo que
el Pueblo Pijao eligiera a Dora como su representante en la Onic y
representante de su Macro (centro).
Esta historia hace parte de la
Serie Periodística, Voces de la Resistencia y la Esperanza[6],
que busca dar a conocer otras historias posibles, más humanas, con énfasis en
el sentir colectivo de nuestros pueblos ancestrales.
[1] Ver: II Asamblea de Mujeres Indígenas: un sueño cumplido,
muchos por construir, http://www.onic.org.co/actualidad.shtml?x=36392
[2] Santamaría,
Germán, Colombia y Otras Sangres, “La agonía de los indios pijaos”, Editorial Oveja Negra, segunda
edición 1994
[4] Este municipio de una extensión territorial de 818
Kms.2 según el IGAC. está ubicado a 33 kilómetros de Ibagué, le conforman en su
área rural, unas 80 veredas.
[5] La terrazguería, a la cual se opuso Manuel Quintín Lame en todo su
ímpetu y que luego continuaron avezados líderes indígenas era una práctica
común en Tolima y Cauca: el indígena adquiría la obligación de pagar con días
de trabajo no remunerado el derecho a sembrar una parcela en tierras que se
consideraban propiedad de una hacienda o terratenientes.
[6] Onic “Voces de la
Resistencia y la Esperanza”, una serie
periodística que además de dar cubrimiento a la Segunda Asamblea Nacional de
Mujeres Indígenas, ofrece una visión desde las comunidades indígenas y
campesinas de esa Colombia valiosa y laboriosa que esconde sus secretos. Una
Producción del Sistema de Información, Investigación y Comunicación, con el
Apoyo y coproducción de la Consejería de Mujer, Familia y Generación de la
Onic, que se publicarán periódicamente.
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